sábado, 3 de julio de 2010

Los últimos instantes de vida de una rosa


Son las diez de la mañana y una densa y estática nube cubre el cielo de las lomas de Cazo como si de invierno fuera; las flores tienen rocío en sus pétalos, hay unas rosas grandes y rosas, revoloteadas por insectos con una misión que cumplir. Me entra la emoción del paisaje desconocido, cargo la Canon y me salgo a la puerta del Socason a darle al gatillo; horizontales, verticales para los pueblines de Tribierto y Priesca, presionados por la nube. Descanso el gatillo un momento y a mis pies, a la vera del caminito de piedra, hay unas rosas, rosas, preciosas, como bien alimentadas. Las fotografío y me voy a desayunar; las paso al ordenador... los paisajes mejores en la retina, pero las rosas, estupendas, las preparo y me subo a vestir. Transcurre como una media hora y me vuelvo a asomar a la ventana y busco instintivamente las rosas; miro y remiro; no están, alguien en ese intervalo de tiempo las ha condenado a un jarrón de alguna casa de Cazo. Siento tristeza, como no supuse que me pasara; he retratado los últimos instantes de vida de una rosa.

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